lunes, 20 de octubre de 2014
El Sol llega a Escorpio y se eclipsa, POR PEDRO GONZALEZ SILVA
El Sol llega a Escorpio y se eclipsa
El jueves 23 de octubre a las 7:28 de la mañana, hora de Venezuela (11:58 GMT) entra el Sol a Escorpio y activa sus energías, que son de intensa transformación; es la etapa más poderosa del otoño, donde los cambios se acentúan hasta lo más profundo del planeta y de los seres humanos.
Solemos pensar en los signos del zodíaco como en características de la personalidad de cada individuo de acuerdo a su fecha de nacimiento, pero son más que eso; son posiciones en el cielo que marcan un ambiente en general que nos toca a todos; por supuesto que el que nace en una determinada época, queda impregnado de la energía del signo que corresponde a la fecha, pero a la vez, el signo que predomina, genera influencias en el ambiente y en el inconsciente colectivo, que nos mueven a cada uno de nosotros, independientemente de la fecha en que hayamos nacido.
En este caso, Escorpio, cuya energía estará activa hasta el 22 de noviembre, va creando en el ambiente una mentalidad de transformación, que en cada individuo se manifestará de acuerdo a sus vivencias personales, y en lo colectivo nos da una disposición propicia para cerrar ciclos y desprendernos de aquello que se torna caduco.
Escorpio se asocia al fenómeno de la muerte y al mito del ave Fénix que renace de sus cenizas. El simbolismo escorpiano, también asociado al arcano 13 de tarot (la muerte) devela este momento como tiempo de aprender a desprendernos del pasado, asumir los cambios, cerrar ciclos para emprender el camino del renacimiento.
Indica Deepak Chopra en uno de sus libros, que la Biblia dice que todo bajo el Sol tiene su tiempo, hay tiempo para nacer y tiempo para morir, y bajo este precepto, para cada célula de nuestro cuerpo hay un tiempo para vivir y un tiempo para morir, y lo más asombroso es que las células mueren porque quieren hacerlo.
Una célula se autodestruye de manera minuciosa cuando sabe que ha llegado su tiempo: se encoge, destruye sus proteínas básicas y desmonta su propio ADN. En su superficie aparecen burbujas cuando abre sus puertas al mundo exterior y expele todas las substancias químicas vitales, que serán devoradas por los glóbulos blancos. Cuando el proceso está terminado, la célula se ha disuelto sin dejar rastro.
Algunas células deciden no morir; renuentes a dictar su propia sentencia de muerte, estas células rebeldes se dividen de manera incesante e invasora: el cáncer, la más temida de las enfermedades, es el resultado del repudio del cuerpo hacia la muerte, mientras que el suicidio programado es su boleto a la vida. Esta es la paradoja de la vida y de la muerte, y el tiempo de Escorpio es propicio para reflexionar sobre este tema.
Comprenderemos la muerte cuando desechemos la ilusión de que la vida es continua. La esperanza que yace más allá de la muerte proviene de la promesa de renovación, si te identificas apasionadamente con la vida y no con el desfile efímero de formas y fenómenos, la muerte adopta su posición de legítimo agente de renovación. La vida y la muerte son naturalmente compatibles.
Plutón es el astro de la muerte y la resurrección, el planeta de la necesaria regeneración, que promueve la expulsión de lo que ya no sirve, para dar paso a lo nuevo, tal y como ocurre en nuestro cuerpo cada vez que se renuevan nuestras células.
Al activarse la energía de Plutón, el ambiente nos dispone para intensos cambios, donde debemos “destruir un mundo” y prepararnos para nacer de nuevo. Esta tarea no debe atemorizarnos, al contrario, esa es la esencia de la vida. Morir y nacer son los extremos que se tocan. Morir es igual a no haber nacido, y justamente ese estado de muerte es el que permite que algo nazca.
Por eso la muerte no es el fin, es la transformación o transmutación. En ese proceso de cambio debemos desprendernos de algo que ya no nos sirve, que ya nos molesta o nos hace peso, debemos permitir la “muerte” de una situación, para dar paso a lo nuevo, para regenerarnos, para vivir nuevas experiencias y evolucionar.
En tiempos de Escorpio aprendemos por tanto a soltar los apegos, a aceptar los cambios luego de un período de “crisis”. Plutón, su planeta regente, es el que destruye y nos deja el terreno limpio para que luego podamos construir lo nuevo.
Escorpio es el signo de la evolución, por eso se le asocia a tres animales: la serpiente, que es el estado menos evolucionado y de bajas pasiones; el escorpión o alacrán, que representa un grado un tanto más elevado de evolución, y finalmente el águila, que es cuando finalmente alzamos el vuelo y nos remontamos a las alturas de la espiritualidad.
Las energías del Plutón y de Escorpio, se asemejan a la de los eclipses, pues son acentuadamente transformadoras, de manera que si un eclipse se produce en tiempos de Escorpio, su efecto será aún más intenso, como es el caso ahora, ya que el mismo día que el Sol entra a Escorpio, pero unas horas más tarde, es decir, el 23 de octubre a las 5:28 de la tarde, hora de Venezuela (21:58 GMT) se produce un eclipse solar.
El Sol encarna a nuestro “yo superior” que ilumina nuestra consciencia, ese “yo superior” que somos nosotros mismos y que cada cierto tiempo necesita reformular estrategias y dar una nueva dirección a la vida que llevamos.
El Sol es energía, pone en marcha las cosas; evidentemente, cuando sale el Sol se produce un despertar, todos los seres vivos son motivados a entrar en acción; el Sol es luz, hace que las cosas puedan ser vistas y conocidas como son en realidad.
El Sol representa la visión clara y objetiva de las cosas. Al momento del eclipse “muere” el Sol, para en breve lapso renacer en todo su esplendor, con nuevos bríos y renovada vida. Así ocurre también con nosotros, pues el astro rey es nuestra esencia interna.
Como el Sol representa el mundo de la conciencia, las transformaciones que provoca un eclipse solar, pueden ser manejadas con mayor claridad mental, lo que nos permite trazar un propósito definido, luego de una etapa de reestructuración en nuestras prioridades y esquemas de vida; en cambio, el eclipse lunar es menos manejable porque su efecto es en nuestro mundo inconsciente y sus procesos transformadores se van dando sin que los podamos controlar.
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